sábado, 3 de agosto de 2013

AYER QUERIDO HERMANO NO TE VI....

Ayer no te vi…y necesitaba oírte. Ayer “alguien” confundió la critica, con lo personal… Hoy me confieso ante ti, como amigo hermano. Porque creo que ambos vamos a seguir creyendo, aún cuando la gente piense que hemos perdido la esperanza. Porque vamos a seguir dando amor, aunque otros siembren rabia por lo que decimos. Porque vamos a seguir construyendo, aún cuando otros nos critiquen. Porque vamos a seguir hablando de Paz, aún en medio de una guerra. Porque queremos seguir iluminando, aún en medio de la oscuridad. Intentaremos seguir sembrando, aunque otros nos pisen. Y seguiremos gritando, aún cuando otros callen. Y dibujaremos sonrisas, en rostros con lágrimas Intentaremos trasmitir alivio, cuando veamos dolor Regalaremos motivos de alegría cuando veamos tristezas. Invitaremos a caminar por las arenas a quienes decidan quedarse. Porque en medio de la desolación personal, siempre habrá un hermano que nos mirará, esperanzado, esperando algo de nosotros, y aún en medio de una tormenta, por algún lado saldrá el sol porque en medio del desierto yo he visto crecer una planta. Siempre habrá un pájaro que nos cante, en los caminos, un hermano que nos sonría y una carreta de plata que nos brinde su cobijo y protección. Pero...si algún día ves que ya no sigo, no sonrío o callo, solo acércate y dame un beso… un abrazo o regálame una sonrisa, con eso será suficiente, seguramente me habrá pasado que la vida me abofeteó y me sorprendió por un segundo. Solo un gesto tuyo hará que volvamos a caminar juntos, mi querido amigo-hermano. Nunca lo olvides... Un abrazo, Juanjo.

lunes, 4 de febrero de 2013

DESLEALTAD

La deslealtad… tan cobarde como siempre, me ataco por la espalda, tuve una gran hemorragia de ilusión, y ante la sangrienta escena reían la hipocresía y la mentira. Trate de salvarme…me curaban la esperanza y la fe, pero la herida era grande por que la confianza se equivoco al tratar con un personaje desleal. La amistad presionaba la herida para que cesara, me aplicaron el alcohol contra las infecciones de odio y venganza, ese alcohol estaba hecho de olvido y perdón, era de marca "nobleza". Apareció la tristeza a ofrecerme su hombro y el llanto para desahogarme la amistad siguió allí para ofrecerme su eterno "consuelo" para repetirme nuevo... ME EQUIVOQUE!

MIS INTENCIONES

Si imaginase que ya no estás conmigo se transformaría mi vida en un cruel castigo... Si imaginase que ya no te volvería a tener a mi lado, moriría mi corazón, triste y abandonado... Se que a veces no te respondí se que a veces te fallé sé que no oí tu voz, pero he logrado un paso que es reconocer mis estúpidos actos. Se que he logrado otro paso… Lograre cambiar. Se que son solo palabras, pero te demostrare hasta el cansancio que intento cambiar solo para tí con actos y hechos, porque estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para volver bajo tu protección, volver a esos días en los caminos, volver a esas noches en Palacio, donde tu y yo frente a la candela, nos mirábamos tanto que envidia dábamos…

martes, 26 de octubre de 2010

¿DONDE ESTAIS COMPAÑEROS?



¿Dónde están los compañeros
del roquisqui en el pecho,
los de las ideas anchas,
los del valor, los del fuego?

¿Dónde están los camaradas
que nos juramos lealtad eterna?

El olvido ha traicionado
las ilusiones de nuestra juventud.

¿Y es que ya no hay hombres en España?

¿Dónde están nuestras heridas?

¿Dónde está nuestro compañero
de sangre, sudor y fuego?

¿Dónde esta nuestro juramento
de lealtad, unión y esfuerzo?

¿Y las boinas negras,
o el “chapiri” de nuestros recuerdos?

¡¡Si nos ha vencido el miedo
sin derramar nuestra sangre;
si hemos muerto de silencio...
porque no brillan los aceros!!!

NUESTRAS VIDAS


Muchos pedazos dejamos por la vida,
por los caminos que previamente nos marcaron,
tanto trozo perdido a la orilla de nuestras sendas…
éramos jóvenes que el viento aupaba hasta el infinito
sin ataduras…
y ahora con la plata en nuestras sienes y un otoño bien entrando.

Juventud triste la nuestra… sin lágrimas ni aplausos;
sin manos en el camino que nos dijeran adiós…

Otros nos marcaron nuestros lugares de trabajo;
sobre asépticas mesas frías, hicieron cálculos…
tú a Turquia, tu equipo a Somalia, el tuyo a…
pusieron datos objetivos, tales como el “Servicio”
que rasgaba la memoria de los nuestros,
o bien la seguridad de nuestra España del alma…
o bien la tristeza curvada de nuestra espalda.

Pusieron número a nuestros días, número a nuestras lunas…

Y nadie vino a desatar las botas de nuestros pies cansados.

Nadie miro por los rincones de nuestra alma.

Nadie perdón pidió por nuestro largo camino,
ni por nuestros compañeros que no volvieron,
o por las heridas en nuestros pechos,
pechos ahora abiertos por el paso de los años.

martes, 19 de octubre de 2010

ALGUNOS CAIDOS....



No recuerdo la fecha exacta, debió ser entre mayo y junio de 1992. La Agrupación Táctica “Málaga” había sido disuelta y sus miembros habían regresado a sus unidades. Días antes, a principios de mayo, habían desembarcado en la capital malagueña y el Coronel Zorzo pronunció delante de Su Majestad unas palabras que, tristemente, el Coronel Martínez no pudo repetir, seis meses después, al regresar con la AGT “Canarias”:

- ¡A la orden de Su Majestad! No ha habido novedad en la misión. Vuelven todos.

Semanas más tarde, el teniente Muñoz Castellano caía herido en Mostar y era evacuado a España en estado muy grave. Alguien puso una frase en boca de los miembros del EMAT –Equipo Médico Avanzado Táctico- : “No podía ser, era demasiada suerte, tenía que acabarse.”.

Eso era verdad. Llevábamos ocho o nueve meses de misión y ningún muerto, era demasiada suerte. Casi todos los países que integraban UNPROFOR habían tenido bajas mortales, mayormente por accidentes, pero alguna también por disparos perdidos, menos los españoles. Ocho meses y solamente algunos heridos, era demasiada suerte, tenía que acabarse.

El teniente Don Arturo Muñoz Castellano estaba destinado en la V Bandera del Tercio Duque de Alba, 2º de La Legión. Se encontraba en el barrio musulmán de Mostar, llevando medicina y plasma al hospital, después de haber hecho lo mismo en el barrio croata. La versión oficial fue que se había alejado del convoy, cuando una granada de mortero, disparada desde la zona croata, cayó a pocos metros de él. Cuando lo recogieron presentaba más de seiscientos impactos de metralla entre el chaleco anti-fragmento, los brazos y las piernas, pero curiosamente fue uno sólo el que le causo la muerte. Un minúsculo trozo de hierro del tamaño de una lenteja, que le alcanzó el cerebro porque tenía bajado uno de los cuellos del chaleco. Lo que no se dijo en su momento, fue que el teniente se había apartado del convoy porque estaba intentando sacar de esa zona a un sacerdote católico, sin el conocimiento de las autoridades bosnias. Fue el primer Casco Azul español fallecido en acto de servicio.

No voy a hacer ahora una loa de este oficial, entre otras cosas porque casi no lo conocía. Era un “blanco”, un oficial de la Academia General Militar, y como todos ellos había sido instruido en la idea de que el Ejercito existía por y para ellos.

Por lo que hablé con mis compañeros, me enteré de que no era demasiado mal tipo, pero un Oficial al fin y al cabo.

Quince años después de aquello, todavía recuerdo perfectamente cuando me informaron de su muerte. Estaba en Draçevo cuando hirieron al teniente, y tomé algunas fotografías cuando lo evacuaron en helicóptero. Las últimas noticias eran que evolucionaba favorablemente en Madrid. Un día regresábamos de Kiselyac, de una escolta VIP, y paramos en Medugorje para que mi teniente diese novedades al Coronel. Cuando volvió al vehículo me miró y me dijo:

- Cuberos, me acaban de informar que el teniente Muñoz… ha muerto.

No dijo nada más, y creo que no hacía falta. En aquel momento sentí una patada en el estomago. No sabía como reaccionar. No es que sintiera un aprecio especial por aquel oficial pero pertenecía a La Legión, a mí Tercio, era uno de los mios. Pero lo que realmente me impactó fue ver que no éramos invulnerables. Que también podíamos morir, aunque nosotros no estuviésemos en guerra. Éramos un grupo de unos setenta los que habíamos llegado juntos, a caballo entre las AGT,s “Málaga” y “Canarias” éramos “Los bastardos de Kelly”, como dijo un amigo mío: “Para ti no hubo honores, ni bandas de música para despedirte ni para recibirte, tan solo embarcar en ese avión Hércules y comerte la peor parte del servicio español allí, donde mas compañeros cayeron.”. Los demás llevaban poco tiempo allí, nosotros éramos los veteranos, con nuestros cuatro meses de misión a cuestas, y el hecho de que tras diez meses no hubiese muerto ningún español nos dio la falsa impresión de que estábamos por encima de esas cosas. Habíamos tenido momentos de tensión, me habían apuntado con “kalashnikovs” y yo había apuntado con mi cetme. Me habían disparado al vehículo y había tenido que despejar barricadas con mi BMR sin saber si estaba trampeada con minas o no. Había visto como una granada contra-carros pasaba a medio metro del morro de mi vehículo y momentos después otra hacía lo mismo por detrás, pero hasta ese momento no me había dado cuenta de también nosotros podíamos morir. Siempre afirmé que mi actuación en Bosnia no demostró mi valor, sino mi inconsciencia.

Tristemente aquella no fue la última vez que rendimos honores a un compañero caído. Otro teniente falleció por el disparo de un francotirador –irónicamente, su compañía se llamaba “Teniente Muñoz Castellano”, en honor al primer oficial fallecido-, un legionario apareció muerto cerca de la garita donde hacía guardia, otro legionario se pegó un tiro jugando a “la ruleta israelí”, el legionario León murió al caer una granada de mortero croata –otra vez- a un metro de su puesto de guardia, un sargento y cuatro paracaidistas se ahogaron al caer su vehículo al río Neretva, otro sargento murió al volcar su VEC y así hasta catorce los cascos azules españoles que dieron su vida mientras yo estuve allí.

Sí, era demasiada suerte, tenía que acabarse.

Ya casi nadie se acuerda. Aquella es una guerra antigua y es mucha la sangre que se ha derramado posteriormente -incluyendo el accidente del Yak-42- en misiones en el extranjero. Para los civiles, son temas que una vez pasada la novedad caen en el olvido, y es lógico. Los militares tenemos demasiada experiencia en rendir honores a los muertos, y no podemos acordarnos de todos individualmente.

Ahora ha fallecido la primera soldado en misión de paz, y el Ministerio de Defensa crea el premio “Soldado Idoia Rodríguez” para premiar, valga la redundancia, a las mujeres que destaquen en algo así como “fomentar la integración de la mujer en el Ejercito” o algo parecido. Mientras tanto, en Melilla, un capitán de La Legión se enfrenta a un expediente por falta grave porque con motivo de la Navidad, el Ayuntamiento montó un Belén justo en la plaza donde se encuentra el busto del Teniente Aguilar -el que falleció por el disparo de un francotirador en Mostar- y colocó unas palmeras tapando dicho busto. Al capitán no le pareció bien y solicitó a los operarios municipales que las retiraran. Como estos se negaron, el oficial, acompañado por cuatro legionarios retiró personalmente los árboles.

Lamenté la muerte de la soldado Rodríguez, como lamenté la muerte de todos y cada uno de los militares que dan su vida en el cumplimiento del deber, pero me gustaría que no hubiera esas distinciones en función de la situación política y oportunista de cada momento. Otro sueño imposible.

HEROES DESCONOCIDOS





Yo tuve la oportunidad de conocer a unos héroes de verdad. A unos hombres que estaban dispuestos a morir por defender a un grupo de personas que no conocían de nada. Sucedió en Konjic, una ciudad bosnia, y en aquella ocasión, las victimas eran croatas y los agresores musulmanes. Es lo que tienen las guerras, todos los bandos cometen atrocidades. Son de sobra conocidos los crímenes cometidos por los serbios, y sobre todo por los “chetniks” –ultranacionalistas-, pero también los croatas tenían a sus “ustachas” –fascistas- y los musulmanes sus “muyahidines” –guerreros de Dios-. Estos últimos fueron los protagonistas de los hechos que os voy a relatar a continuación.
Como ya he dicho, esto sucedió en Konjic, una ciudad bosnia a unos cuarenta Km. de Sarajevo. Era una pequeña ciudad prácticamente despoblada, donde residían unos pocos croatas. Aquel día, el Teniente Monterde recibió la orden de efectuar una patrulla por aquella zona, y partió con un convoy de cinco vehículos. A la cabeza, como siempre, un VCZ de los Zapadores Paracaidistas, tras él, cuatro BMR,s de línea. Cuando la columna se encontraba a la entrada de la ciudad, escucharon disparos y ruidos de combate, por lo que el Teniente ordenó detener la marcha. Al poco, un grupo de mujeres y niños apareció corriendo en dirección a los blindados españoles, mientras que las detonaciones se escuchaban cada vez más cerca. Los vehículos se encontraban parados en el arcén de la carretera que discurría pegada al río Neretva, por lo que cuando estas personas llegaban junto a los españoles, se introducían entre los mismos y se dejaban caer en la cuneta. Poco después empezaron a llegar soldados croatas que se iban replegando, mientras intentaban proteger la salida de los civiles. Cuando llegaban a la altura de los BMR,s, dejaban caer sus armas y decían que se entregaban a los Cascos Azules, es decir, que se rendían a las fuerzas de la ONU. Momentos después aparecieron los bosnios, unos trescientos miembros de la Brigada “Los Cisnes Negros”, fácilmente distinguibles por un pañuelo verde con inscripciones coránicas que llevaban atado en la frente. Esta brigada era tristemente conocida por su ferocidad y crueldad con los vencidos.
La sorpresa de los bosnios –de ir persiguiendo a un grupo de soldados croatas armados con fusiles a encontrarse con una columna de blindados de UNPROFOR hay un trecho- duró solamente unos instantes. Rápidamente se desplegaron frente a los blindados y exigieron la entrega inmediata de todos los croatas, a los que consideraban prisioneros de guerra.
El Teniente Monterde llamó al destacamento español desde donde había partido, para informar de la situación y pedir instrucciones. La conversación transcurrió de la siguiente manera:
Tte. Monterde.- Charlie Cinco, Charlie Cinco, aquí Foxtrot Uno Cero, cambio.
Charlie Cinco.- Foxtrot Uno Cero, aquí Charlie Cinco, adelante, cambio.
Tte. M.- Informo que me encuentro a la entrada de Konjic. Un grupo de civiles y otro de combatientes croatas, estos últimos desarmados, se han refugiado tras nuestros vehículos huyendo de combatientes musulmanes. Estos nos exigen la entrega inmediata de todos los croatas o abrirán fuego contra la columna.
C.C.- No tenemos instrucciones al respecto, den media vuelta y abandonen la zona. Repito, no intervengan, den media vuelta y abandonen la zona.
Tte. M.- Informo que si nos retiramos es muy posible que los maten a todos. Envíen refuerzos. Nosotros intentaremos resistir.
C.C.- Negativo, Foxtrot, abandonen la zona y vuelvan al destacamento.
Tte. M.- No podemos retirarnos, envíen refuerzos lo antes posible. Intentaremos negociar con los bosnios.
C.C.- Negativo Foxtrot. Repito que den media vuelta y regresen al destacamento.
Voz anónima.- ¡Y una mierda! De aquí no se va ni Dios.
Tte. M.- Repito que no podemos marcharnos, envíen refuerzos lo antes posible.
C.C.- Foxtrot, espere y permanezca a la escucha.
Durante todo este dialogo, en el interior de los blindados tenían lugar un gran número de comentarios, todos coincidiendo en la negativa a retirarse, ante el temor de que aquellas personas fueran asesinadas. Mientras tanto, transcurrían los cinco minutos que los musulmanes habían dado de plazo para que los españoles entregaran a los croatas, y el Teniente ordenó a los componentes de la columna desplegarse en zafarrancho de combate. A pesar de la potencia de fuego de los españoles –fusiles de asalto, una ametralladora ligera, algunos lanzagranadas (efectivos básicamente contra vehículos) y las ametralladoras pesadas de 12,70 Mm. de los BMR,s- los bosnios poseían un muy superior número de hombres, en una proporción de diez a uno, lanzagranadas RPG-7 –capaces de destrozar un BMR, cuyo blindaje sólo protege contra el fuego de la fusilería- y habían ocupado posiciones muy ventajosas. Aunque se daban cuenta de la aplastante superioridad de los musulmanes, los legionarios reaccionaron con prontitud, desembarcando de los vehículos –en los que permanecieron solamente los Jefes de los mismos para atender las transmisiones, los tiradores de las AMP y los conductores- y preparándose para responder al fuego enemigo.
El conductor del VCZ, el Caballero Legionario Paracaidista de Primera Ferrán, me comentaba, ya en el destacamento, que justo enfrente suyo, a unos ciento cincuenta metros, un “Cisne Negro” le apuntaba directamente con su lanzagranadas, y que en aquellos momentos ni siquiera sentía miedo, sólo pensaba en su mujer y en su hija de dos años, que le esperaban en Madrid. Detrás de él, el Sargento Primero le indicaba al tirador de la ametralladora:
-Merchán, apuntale a aquel del lanzagranadas.
-¿A cual de ellos mi Sargento Primero?- le contesto el paracaidista- Porque tengo a tres apuntándome al vehículo.
Los cinco minutos habían finalizado pero los bosnios no se atrevían a abrir fuego. Una cosa era masacrar a trescientos croatas o disparar un par de veces contra un vehículo de la ONU, cosa que hacían con bastante frecuencia, y otra enzarzarse en un combate en toda regla contra los Cascos Azules. Supongo que el hecho de que fuesen españoles también ayudó, ya que teníamos fama de ser bastante objetivos, y nos llevábamos estupendamente con todas las partes.
Finalmente una pequeña comisión se destacó y estuvo dialogando con los croatas, hasta llegar a un acuerdo. Los musulmanes se incautaron de las armas que los croatas habían abandonado, los combatientes del HVO (Ejercito Croata) se entregarían como prisioneros de guerra, y los civiles quedarían bajo la custodia de los españoles.
El Teniente Monterde había recibido por radio la confirmación de que los refuerzos y una comisión de UNMOS (Observadores Militares de las Naciones Unidas) se dirigían a la zona, por lo que pidió que antes de llevarse a los prisioneros se llevase a cabo un recuento y listado de los mismos, a lo que accedieron los bosnios. Precaución inútil, de los ochenta hombres que se llevaron –eran unos cien cuando comenzó el combate-, al día siguiente, cuando los observadores hicieron el recuento, faltaban quince.
Después de veinticuatro horas en aquella carretera, las autoridades decidieron trasladar a los nuevos refugiados a otra población, controlada por los croatas. Unos minutos para recoger lo imprescindible de sus casas, convenientemente saqueadas, y unos camiones los llevaron a un pueblo cercano, donde se hicieron cargo de ellos.
Aquellos legionarios y paracaidistas, dignos herederos del Cabo Suceso Terreros y los quince legionarios del Blocao de la Muerte, estaban dispuestos a morir por defender a unas personas que no conocían de nada y que ni siquiera eran españoles, pero que les habían pedido ayuda y eso era suficiente. El Teniente Monterde estuvo a punto de ser procesado por haber desobedecido la orden de volver al destacamento, pero la rápida difusión de la noticia por parte de los integrantes de la misión y de sus familiares, consiguió que el proceso fuese sustituido por una condecoración.