martes, 19 de octubre de 2010

HEROES DESCONOCIDOS





Yo tuve la oportunidad de conocer a unos héroes de verdad. A unos hombres que estaban dispuestos a morir por defender a un grupo de personas que no conocían de nada. Sucedió en Konjic, una ciudad bosnia, y en aquella ocasión, las victimas eran croatas y los agresores musulmanes. Es lo que tienen las guerras, todos los bandos cometen atrocidades. Son de sobra conocidos los crímenes cometidos por los serbios, y sobre todo por los “chetniks” –ultranacionalistas-, pero también los croatas tenían a sus “ustachas” –fascistas- y los musulmanes sus “muyahidines” –guerreros de Dios-. Estos últimos fueron los protagonistas de los hechos que os voy a relatar a continuación.
Como ya he dicho, esto sucedió en Konjic, una ciudad bosnia a unos cuarenta Km. de Sarajevo. Era una pequeña ciudad prácticamente despoblada, donde residían unos pocos croatas. Aquel día, el Teniente Monterde recibió la orden de efectuar una patrulla por aquella zona, y partió con un convoy de cinco vehículos. A la cabeza, como siempre, un VCZ de los Zapadores Paracaidistas, tras él, cuatro BMR,s de línea. Cuando la columna se encontraba a la entrada de la ciudad, escucharon disparos y ruidos de combate, por lo que el Teniente ordenó detener la marcha. Al poco, un grupo de mujeres y niños apareció corriendo en dirección a los blindados españoles, mientras que las detonaciones se escuchaban cada vez más cerca. Los vehículos se encontraban parados en el arcén de la carretera que discurría pegada al río Neretva, por lo que cuando estas personas llegaban junto a los españoles, se introducían entre los mismos y se dejaban caer en la cuneta. Poco después empezaron a llegar soldados croatas que se iban replegando, mientras intentaban proteger la salida de los civiles. Cuando llegaban a la altura de los BMR,s, dejaban caer sus armas y decían que se entregaban a los Cascos Azules, es decir, que se rendían a las fuerzas de la ONU. Momentos después aparecieron los bosnios, unos trescientos miembros de la Brigada “Los Cisnes Negros”, fácilmente distinguibles por un pañuelo verde con inscripciones coránicas que llevaban atado en la frente. Esta brigada era tristemente conocida por su ferocidad y crueldad con los vencidos.
La sorpresa de los bosnios –de ir persiguiendo a un grupo de soldados croatas armados con fusiles a encontrarse con una columna de blindados de UNPROFOR hay un trecho- duró solamente unos instantes. Rápidamente se desplegaron frente a los blindados y exigieron la entrega inmediata de todos los croatas, a los que consideraban prisioneros de guerra.
El Teniente Monterde llamó al destacamento español desde donde había partido, para informar de la situación y pedir instrucciones. La conversación transcurrió de la siguiente manera:
Tte. Monterde.- Charlie Cinco, Charlie Cinco, aquí Foxtrot Uno Cero, cambio.
Charlie Cinco.- Foxtrot Uno Cero, aquí Charlie Cinco, adelante, cambio.
Tte. M.- Informo que me encuentro a la entrada de Konjic. Un grupo de civiles y otro de combatientes croatas, estos últimos desarmados, se han refugiado tras nuestros vehículos huyendo de combatientes musulmanes. Estos nos exigen la entrega inmediata de todos los croatas o abrirán fuego contra la columna.
C.C.- No tenemos instrucciones al respecto, den media vuelta y abandonen la zona. Repito, no intervengan, den media vuelta y abandonen la zona.
Tte. M.- Informo que si nos retiramos es muy posible que los maten a todos. Envíen refuerzos. Nosotros intentaremos resistir.
C.C.- Negativo, Foxtrot, abandonen la zona y vuelvan al destacamento.
Tte. M.- No podemos retirarnos, envíen refuerzos lo antes posible. Intentaremos negociar con los bosnios.
C.C.- Negativo Foxtrot. Repito que den media vuelta y regresen al destacamento.
Voz anónima.- ¡Y una mierda! De aquí no se va ni Dios.
Tte. M.- Repito que no podemos marcharnos, envíen refuerzos lo antes posible.
C.C.- Foxtrot, espere y permanezca a la escucha.
Durante todo este dialogo, en el interior de los blindados tenían lugar un gran número de comentarios, todos coincidiendo en la negativa a retirarse, ante el temor de que aquellas personas fueran asesinadas. Mientras tanto, transcurrían los cinco minutos que los musulmanes habían dado de plazo para que los españoles entregaran a los croatas, y el Teniente ordenó a los componentes de la columna desplegarse en zafarrancho de combate. A pesar de la potencia de fuego de los españoles –fusiles de asalto, una ametralladora ligera, algunos lanzagranadas (efectivos básicamente contra vehículos) y las ametralladoras pesadas de 12,70 Mm. de los BMR,s- los bosnios poseían un muy superior número de hombres, en una proporción de diez a uno, lanzagranadas RPG-7 –capaces de destrozar un BMR, cuyo blindaje sólo protege contra el fuego de la fusilería- y habían ocupado posiciones muy ventajosas. Aunque se daban cuenta de la aplastante superioridad de los musulmanes, los legionarios reaccionaron con prontitud, desembarcando de los vehículos –en los que permanecieron solamente los Jefes de los mismos para atender las transmisiones, los tiradores de las AMP y los conductores- y preparándose para responder al fuego enemigo.
El conductor del VCZ, el Caballero Legionario Paracaidista de Primera Ferrán, me comentaba, ya en el destacamento, que justo enfrente suyo, a unos ciento cincuenta metros, un “Cisne Negro” le apuntaba directamente con su lanzagranadas, y que en aquellos momentos ni siquiera sentía miedo, sólo pensaba en su mujer y en su hija de dos años, que le esperaban en Madrid. Detrás de él, el Sargento Primero le indicaba al tirador de la ametralladora:
-Merchán, apuntale a aquel del lanzagranadas.
-¿A cual de ellos mi Sargento Primero?- le contesto el paracaidista- Porque tengo a tres apuntándome al vehículo.
Los cinco minutos habían finalizado pero los bosnios no se atrevían a abrir fuego. Una cosa era masacrar a trescientos croatas o disparar un par de veces contra un vehículo de la ONU, cosa que hacían con bastante frecuencia, y otra enzarzarse en un combate en toda regla contra los Cascos Azules. Supongo que el hecho de que fuesen españoles también ayudó, ya que teníamos fama de ser bastante objetivos, y nos llevábamos estupendamente con todas las partes.
Finalmente una pequeña comisión se destacó y estuvo dialogando con los croatas, hasta llegar a un acuerdo. Los musulmanes se incautaron de las armas que los croatas habían abandonado, los combatientes del HVO (Ejercito Croata) se entregarían como prisioneros de guerra, y los civiles quedarían bajo la custodia de los españoles.
El Teniente Monterde había recibido por radio la confirmación de que los refuerzos y una comisión de UNMOS (Observadores Militares de las Naciones Unidas) se dirigían a la zona, por lo que pidió que antes de llevarse a los prisioneros se llevase a cabo un recuento y listado de los mismos, a lo que accedieron los bosnios. Precaución inútil, de los ochenta hombres que se llevaron –eran unos cien cuando comenzó el combate-, al día siguiente, cuando los observadores hicieron el recuento, faltaban quince.
Después de veinticuatro horas en aquella carretera, las autoridades decidieron trasladar a los nuevos refugiados a otra población, controlada por los croatas. Unos minutos para recoger lo imprescindible de sus casas, convenientemente saqueadas, y unos camiones los llevaron a un pueblo cercano, donde se hicieron cargo de ellos.
Aquellos legionarios y paracaidistas, dignos herederos del Cabo Suceso Terreros y los quince legionarios del Blocao de la Muerte, estaban dispuestos a morir por defender a unas personas que no conocían de nada y que ni siquiera eran españoles, pero que les habían pedido ayuda y eso era suficiente. El Teniente Monterde estuvo a punto de ser procesado por haber desobedecido la orden de volver al destacamento, pero la rápida difusión de la noticia por parte de los integrantes de la misión y de sus familiares, consiguió que el proceso fuese sustituido por una condecoración.

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